Por un país libre

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La Libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a pagarla por su precio - José Martí.

miércoles, 8 de junio de 2016

¿Qué nos ha dado la democracia?

Por César Augusto Zapata. 4 de junio de 2016 - 12:08 am -  

Todos los historiadores saben –pero no lo historizan porque escriben para complacer al poder –que los conjurados del 30 de junio eran en su mayoría trujillistas.


César Augusto Zapata

César Augusto Zapata

Escritor, poeta, Premio Internacional de Poesía Casa de Teatro 1994. Director de Cultura de la Universidad Autónoma de Santo Domingo. Profesor universitario.
A raíz de la muerte de un general golpista, entreguista y  participante como protagonista en las más oscuras páginas de nuestra historia reciente, un periódico local escribió en primera plana: “Muere héroe nacional” y en el subtítulo señalaba un llamado a “duelo”. Y nos preguntamos: si ese oficial ad vitan es  un héroe, entonces, qué cosa es Rafael Tomás Fernández Domínguez. Si la historia es un magma entonces debemos esperar el hundimiento del presente.
La conjura de hace medio siglo no se hizo en nombre de algún principio ideológico social, sino por asuntos de poder y rencillas familiares. Los mismos conspiradores “anti trujillistas” eran parte de una conspiración antipopular mayor: el trujillismo sin Trujillo; proyecto que contaba con el apoyo de la política imperial de la época y que fue tan exitoso que todavía deja sus trazas en los gobiernos contemporáneos. Ese trujillismo sin Trujillo derrocó al gobierno democrático del 63, combatió a los constitucionalistas, abrió las puertas a la invasión, instauró el régimen de los doce años y enseñó que la Carta Magana es una “servilleta”.
Todos los historiadores saben –pero no lo historizan porque escriben para complacer al poder –que los conjurados del 30 de junio eran en su mayoría trujillistas. El sátrapa había logrado convertir la dictadura en ideología, manejando, y en muchos casos creando, los aparatos ideológicos del estado, de los que hablaba Althusser. Y de ahí provenían ellos.
Los contrastes, extremismos y contradicciones de una sociedad surreal hacen que cohabiten, bajo cualquier árbol de parque de la Zona Colonial, torturadores y torturados. Ese absurdo aparece en la historiografía, no solo en la cotidianidad. Así podemos abordar el Metro en la Joaquín Balaguer y desembarcar en corto tiempo en la Amín Abel. Doce años de resistencia borrados en doce segundos. Una sociedad sin villanos no puede tener héroes. /
Pero esto ocurre en nombre de la democracia. Nos han enseñado como democrático la antítesis de la participación popular. Y lo han hecho con precisión de relojeros. Han llamado consenso a la reunión de dos o tres para manipular el demo.  Y si el grupo disiente, apelando a sus derechos democráticos a la protesta, se le somete al orden de esa minoría en nombre de la gobernabilidad.  No hay alternativa plebiscitaria, los partidos no hacen asambleas, nada más se reparte el dolo y los mass media hacen el resto.
Así, asistimos a un fracaso del orden prohijando una forma de “democratización” de la anarquía. Hemos dado participación al desorden generalizado, al crimen y el pillaje, y mientras ese estado anómico permita a un grupo la permanencia en el poder, o agazaparse detrás de él, el discurso de la gobernabilidad se hará escuchar.
Eso me brinda la “democracia”: derecho a corromperme, al dolo, a ir en vía contraria a las normas, a la indiferencia ante el desvalor, al individualismo a ultranza, a la alienación. “avanzamos” del facto social al deterioro con un grado de inconciencia asombroso.
Arrojamos una mirada acusadora a los políticos pero dejamos pendiente la profunda autocrítica a la sociedad que los prohíja. Ese socius que sería  capaz de hacerse representar en la Asamblea Nacional por riferos, quemaguaguas, proxenetas, meretrices, prevenidos y condicionados; que oferta su participación en pública subasta,  es el mismo donde crecen hongos de autoritarismos.
¿Qué hacer? Pregunta clásica de cierta tradición. Ya no son válidas las recetas salvadoras con un porvenir abierto, pero sí la dinámica de alguna variable que lo haga un poco más promisorio. Hace falta nuevos aparatos políticos, nuevas formas de organización. Eso sí, está pendiente el proyecto de educación de las masas en la desalienación y recuperación de valores, el más perentorio: la identidad. Sin saber quién soy no sabré a dónde ir.
http://acento.com.do/2016/opinion/8354199-nos-ha-dado-la-democracia/

PRÓLOGO DE RAYMUNDO GONZÁLEZ DEL LIBRO LOS ESPEJOS DE DUARTE


de Pablo Mella, sj

Aunque puede intuirse por personas avisadas, pocas saben que durante mucho tiempo después de la Independencia dominicana a Duarte no se le conocía con el título de Padre de la Patria. Mucho menos como ideólogo y fundador de un movimiento nacionalista que tuvo como núcleo original una sociedad secreta formada por un grupo de jóvenes amigos, que también se emparentaron entre sí. Tampoco que este último grupo tenía que ver con aquellos jóvenes opositores que asociados primero con el movimiento de la Reforma, liderado por Hérard, contra Boyer, después de derrocado este último, alentaron la separación de la parte del Este para constituir la República Dominicana. Esta historia era desconocida por la mayoría de la sociedad dominicana hasta que, una década después de la Guerra de la Restauración, se estabilizó en el poder político un grupo dominante que hizo del nacionalismo independiente su bandera y se propuso organizar un Estado- Nación moderno, siguiendo los patrones ya seguidos por otras naciones latinoamericanas que tomaron por modelo a Estados Unidos y las principales potencias europeas. La necesidad de legitimar este último proyecto político por un grupo social en el poder, que varios estudiosos llaman “burguesía” en formación, es la coyuntura que se abre con la llegada de “los Azules” en 1879 al poder político. Es en este período, cuando se produce la emergencia de la figura de Duarte en la cultura política dominicana y en la entonces naciente historiografía dominicana. Intelectuales de relieve en los grupos liberales y nacionalistas no solo se percataron del aislamiento, destierro físico y encubrimiento de que había sido objeto la figura de Duarte, sino que descubrieron en esta figura prácticamente aislada y marginada al héroe epónimo de la libertad y la independencia dominicanas. Y así quisieron proyectarlo junto al proyecto de Nación que configuraban. No obstante, este propósito tuvo un difícil y accidentado derrotero.

En este libro 1884 constituye el año clave de la operación discursiva que catapultó al panteón de la Patria la figura de Duarte; esto es, justo 40 años después de fundada la República. Fue en torno a este año cuando se dieron a conocer los hitos de la historia que hoy es trasmitida como memoria activa, histórica y cultural, a las generaciones presentes.


El autor de esta obra, Pablo Mella, es un reconocido filósofo, profesor universitario y sacerdote jesuita, ducho conocedor del ensayo social latinoamericano y dominicano, muy bien apreciado por sus aportes en el campo de la reflexión ética y política. Llama la atención que haya tomado un tema un tanto alejado de los problemas de filosofía política contemporáneos, para presentarnos en su libro un riguroso estudio crítico de las imágenes construidas del Padre de la Patria.


Pese a que trata de un tema obligado durante el 2013 en la República Dominicana, por cumplirse este año el bicentenario del nacimiento del Padre de la Patria, Los espejos de Juan Pablo Duarte es una obra de reflexión crítica sobre el discurso acerca de Duarte llamada a traspasar la coyuntura de la efeméride. Su autor se propuso examinar una selección, que abarca desde sus orígenes hasta el presente, de los discursos que él clasifica en duartianos y duartistas, de la cual esta es la primera entrega. Lo que sigue en el discurso de estas páginas está lejos, por tanto, de ser una nueva narración histórica. Sin embargo, ha debido trabajar como cualquier historiador, y no falta en esta obra suya la erudición que caracteriza al especialista.
Este libro analiza las trayectorias discursivas a través de las cuales se han dado a conocer las diversas imágenes de Duarte, algunas de las cuales pueblan el discurso histórico contemporáneo, que conocemos sin saber de las tensiones y debates que les sirven de soporte. Más que las imágenes reflejadas, al autor le interesan los discursos con que se construyen estas, ya que estos discursos expresan o dan sentido a determinados hechos y, a su vez, los inscriben en determinados proyectos políticos. Desde luego, el discurso histórico parte de unas fuentes fidedignas, pero fragmentarias, establecidas bajo determinados métodos y enfoques críticos ya probados. Es así como los estudiosos modernos han podido organizar sus respectivos discursos históricos. Aún hay que reconocer en las estrategias narrativas, unas construcciones discursivas, eso sí, que, en el marco más amplio de la comprensión de problemas y procesos sociales complejos, permiten al biógrafo y al historiador interpretar esos fragmentos desde horizontes de sentido que tratan, en cada época, de tender un puente entre presente y pasado.

Más que de errores, distorsiones, mentiras o equivocaciones, la cuestión del presente estudio son las estrategias retóricas de construcción de los discursos sobre Duarte de los cuales resultan determinadas imágenes cuya difusión ha servido un papel ideológico en determinados contextos y coyunturas sociopolíticos. En consecuencia, todas esas imágenes son fruto del reflejo de tales estrategias discursivas y, en todo caso, figuras especulativas. El autor no pretende juzgar sobre la veracidad de los discursos así producidos, como quien se atiene a la pretensión de verdad de todo discurso, aunque no pocas veces se pronuncia sobre la calidad de los materiales con que está construido cada espejo.


Pablo Mella no ha querido quedarse con ninguna de las imágenes, pues su lectura no está dirigida a establecer la legitimidad de unos espejos sobre otros. Nos propone en cambio la búsqueda en otra dirección que, a su entender, está dada por la heterología o la multiplicidad de imágenes. Con todo, el desmonte de los artificios retóricos de los espejos de Duarte no conduce al autor a la reconstrucción de una imagen, ni más simple ni más compleja, sino a ninguna imagen. Lo que a primera vista podría parecer un resabio iconoclasta, sin embargo, bien puede resultar un basamento para realizar otras lecturas e indagaciones más profundas. Por eso este libro tiene ese signo particular de provocación e invitación a cuestionar viejos y nuevos mitos. Postula desde el principio la pluralidad de las visiones coetáneas de Duarte, lo mismo que las visiones contemporáneas nuestras.


Este último punto de partida, puede situarse en las polémicas que suscitó desde el siglo XIX el debate revisionista --analizado por Roberto Cassásobre la formación nacional y sus héroes o, al decir de Harry Hoetink, la “cuestión del panteón nacional”1. Esta pluralidad de visiones o lo1 Los debates entre José Gabriel García y Manuel de Jesús Galván y, más adelante, entre Rafael Abreu Licairac y Mariano Cestero, ambos en el siglo XIX, están entre los antecedentes del presente libro. Más cercano a nosotros, otro debate, sin dudas el más importante del siglo XX en torno al tema, fue protagonizado por tres prominentes intelectuales: Juan Isidro Jimenes-Grullón y sus contendores Carlos Sánchez y Sánchez y Ramón Lugo Lovatón, a través de varios medios de prensa, en particular la revista ¡Ahora!, recogido parcialmente en el libro de este último autor, El mito de los Padres de la Patria


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espejos de Duarte, como prefiere llamarlos el autor de esta obra, ha sido rara vez un punto de partida para acercarse a la figura del Padre de la Patria. Esto hace posible el análisis de los diversos espejos y, en cierta medida, su confrontación y desarrollo. Más aún: subraya la necesidad de continuar la tarea de avanzar en una edición crítica de las fuentes sobre Juan Pablo Duarte y la Independencia dominicana.
Aprovecho esta última línea para colocar la primera que quise escribir: mi agradecimiento a Pablo Mella, amigo y hermano, por invitarme a realizar este prólogo y expresar mi enhorabuena por este libro suyo cuya novedosa aportación a la crítica del discurso no se limita a un ejercicio pragmático- lingüístico, acomodado a las reglas de la retórica clásica, sino que constituye una contribución muy a propósito para abrir rutas todavía poco exploradas en el campo de la historiografía duartiana.
Santo Domingo, 18 de octubre de 2013.


Fuente: http://bono.edu.do/wp-content/uploads/2013/12/Los-espejos-de-Duarte.pdf

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Raymundo González.
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señala en el prólogo de este último libro el Dr. Campillo Pérez, el debate se inició con un artículo de Jimenes- Grullón y se prolongó por largos meses del año 1969. También terciaron en el debate de manera indirecta otros intelectuales e historiadores. Resulta, por ejemplo, significativo que Sánchez y Sánchez titulara entonces uno de sus artículos: “Los tres Duartes” para rebatir la posición de Jimenes-Grullón. 

Fuente: https://www.youtube.com/watch?v=TryEGvvcTukEl Debate en torno al libro


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