Por un país libre

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La Libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a pagarla por su precio - José Martí.

martes, 14 de junio de 2016

El Juan Pablo Duarte que conocemos es

una manipulación literaria, cosmética y política

Por Pedro Julio Jiménez Rojas. 18 de junio de 2014 - 12:00 am -  62


Pedro Julio Jiménez Rojas

Profesor emérito de la UASD y Doctor en Fisiología Vegetal de la Universidad de París.
Dedicado a todos los iconoclastas del país y en especial al Dr. José Ramón Albaine Pons.
En pleno ejercicio de uno de los derechos más socorridos de  nuestra folclórica democracia como lo es la libertad de expresión, pretendo en este trabajo testimoniar en primer lugar mi rechazo a toda esa literatura-biografías, ensayos, fábulas – que desde hace más de un siglo trata de resaltar la figura central de esa plural paternidad patriótica conocida con el nombre de Padres de la patria.
No exagero al indicar que el alumbramiento de este artículo concitará el repudio de la membresía del Instituto Duartiano, de los afiliados -si aún existe- del partido Duartista y de no pocos “nacionalistas” del patio, pero a ellos les digo que cuando se cumplen 70 años de edad se posesiona de nuestro ánimo una voluntad de claridad y una honestidad intelectual que extinguen cualquier intento de condescender con los demás.
El hecho que ha desatado y justificado este rapto público de sinceridad ha sido la reciente lectura de un libro-ganador del premio nacional de Ensayo-titulado “Los espejos de Duarte” de la autoría del padre jesuíta dominicano Pablo Mella –nacido en 1963- quien es Doctor en Filosofía, profesor del Instituto Filosófico Pedro Francisco Bonó y Director del Centro Bonó situado en el barrio “Mejoramiento Social” de esta ciudad.
Así como la obra “El capital en el siglo XXI” del joven economista francés Thomas Piketty está en la actualidad revolucionando las posturas en torno a las desigualdades sociales estimuladas por el capital-creando riquezas simultáneamente – el libro  del padre Mella destapará entre la intelectualidad nacional una irritante caja de Pandora que alentará controversias y polémicas sobre los textos histográficos mas acreditados.
En los párrafos que siguen a continuación procuraré resumir mi experiencia como lector de la literatura duartiana que hasta el momento he logrado frecuentar –desde la Apoteosis de Meriño de 1884 hasta el ensayo del sacerdote Mella- así como también las vivencias en otros órdenes que he tenido sobre este “infortunado patriota” –como lo llamaba Hostos – que fue una de las primeras víctimas de la maltrecha república que instauramos a raíz de  nuestra separación de Haití en 1844.
No es necesario ser un quisquilloso historiador o un meticuloso historiógrafo para  uno convencerse de que los calificativos relativos a Duarte que utilizan José Gabriel García, el arzobispo Meriño, Eugenio María de Hostos, Vetilio Alfau Durán, Joaquín Balaguer, Antonio Thomen, Manuel Salvador Gautier y la generalidad de las plumas duartistas, son más bien propios de un hagiógrafo, es decir, aquellos que reseñan la vida de los santos.
Un apóstol; un evangelista; una epifanía; un elegido del señor; el mesías dominicano; el Cristo de la libertad; el máximo prócer dominicano y hasta el Pater Noster nacional forman parte de esa colección de epítetos cuasi celestiales con que describen su persona igualándolo en buena medida con el llamado Hijo de Dios y a la Trinitaria que fundó con la denominada iglesia  de Cristo.
El  juicio de ellos nos da la impresión que se trataba de un ser totalmente espiritual –ojalá el padre Tardiff tener sus credenciales para ganar en primera vuelta la santificación propuesta –y de acuerdo a José María Serra, que en sus “Apuntes” afirma ser el individuo que inició a Duarte en las ideas separatistas y ser por consiguiente el padre del Padre de la patria, la apariencia física del hermano de Rosa y Vicente Celestino correspondería a la de una persona salida de la mentalidad novelesca de Víctor Hugo o Dickens.
Dice esto: “Sus ojos eran azules, de mirar sereno.  Su tez suave  teñida de ordinario por las rosas.  Sus labios finos, donde de continuo una dulce y cariñosa sonrisa revelaba la bondad e ingenuidad de aquella alma noble e inmaculada.  Su bigote era espeso, negro que formaba un seráfico contraste con su dorada cabellera”.  Esta hiperbólica y romántica descripción es más bien propicia para definir al arcángel de la benevolencia.
En la mayoría de los casos sus biógrafos parecer elaborar una obra de ficción no interesados en retratar a un hombre de carne y hueso, y desde luego, sin ninguna pretensión realista.  Es como si trataran de dibujar a un ser sobrenatural o que un rabino provisto de una imaginación desbordante intentara atrapar con palabras los rasgos faciales y corporales del profeta bíblico Elías cuando en su carro de fuego subió a los cielos.
Quienes tienen mucha experiencia en el mundo de las relaciones interpersonales y presumen haber incursionado muy a menudo en la mentalidad y el corazón de los seres humanos, saben que la virtud no es la disposición que preside el comportamiento de los hombres y mucho menos el de los políticos como Juan Pablo, y que únicamente en los guiones de las telenovelas pueden existir personajes que son buenos o malos las veinticuatro  horas del día, o sea, todo el tiempo.  En la vida real esto no es posible.
A diferencia de otros dominicanos de menor principalía y quizá por el poco tiempo  que residió en el país –menos de la mitad de su vida-, de Duarte no existe ningún daguerrotipo o retrato realizado durante su escasa permanencia en nuestro territorio, siendo el del venezolano Próspero Rey de cuerpo entero y pintado en Caracas, el único hecho en vida el cual fue enviado por sus hermanas en 1883 al  historiador José Gabriel García.
En vista de que en esta representación Duarte tenía la nariz un poco torcida y además había sido confeccionada cuando estaba viejo y enfermo, a la gran mayoría de los dominicanos –a la élite desde luego- no les gustó y para remediar la situación un pintor nativo que había sido su amigo en la juventud llamado Alejandro Bonilla decidió hacer  un óleo utilizando como modelo la figura de un príncipe europeo que vio en una revista ilustrada que a su juicio tenía un asombroso parecido con el patricio.
Esta pintura sí suscitó la admiración de la ciudadanía usándose en estampillas y sellos postales, y basado en sus rasgos fisionómicos con posteridad el reputado retratista y escultor dominicano Abelardo Rodríguez Urdaneta, retocó el de Bonilla resultando ser la figura de Duarte que aparece en un cuadro alegórico –solicitado por el Congreso de la época– simbolizando el momento histórico de nuestra independencia el día 27 de febrero  de 1844.
Pues bien, ésta figuración duartiana estéticamente más favorecida pero menos original que el retrato de cuerpo entero pintado por el venezolano, es el más exhibido desde entonces por nuestros gobiernos y la sociedad civil tanto aquí como en el extranjero, debiendo consignar en este trabajo una experiencia callejera tenida sorpresivamente en Cádiz, España cuando paseaba una fresca mañana  de Enero 2010 por la alameda “Marqués de Comillas” frente al Océano Atlántico.
De improviso y en medio de la vegetación ornamental reinante me encuentro con un busto de Duarte que por ser su progenitor gaditano el ministerio de cultura dominicano donó a la ciudad natal de su padre en el 2009, cuyo rostro y expresión estaban sumamente mejorados como si existiera entre los promotores de esta esculpida representación el bastardo designio de embellecerlo para complacer el  ego de ser dominicanos de ascendencia hispánica.
El desorbitado concierto de alabanzas literarias orquestado por nuestros escritores asociado al empeño estético para que su rostro estatuario sea bello y armónico, contribuyeron desde entonces a que el personaje no me resultara simpático –no por su causa sino por la intención aviesa de sus apologistas- pues con estas cosméticas maniobras quieren proyectar una falsa imagen a los dominicanos.
Acaso por su fealdad, pienso que los panegiristas de Duarte pusieron el grito al cielo cuando al leer el libro “Galería de dominicanos ilustres.  Juan Pablo Duarte y sus descendientes” del historiador boricua Luis Padilla D. Onis, descubrieron que la primera novia de Duarte se llamó Prudencia la segunda Toña, casándose con una prima de nombre Vicenta procreando con ella dos hijas llamadas –horror de los  horrores- Sandalia y Sinforosa.  Esta truculenta onomástica parece extraída de aquel popular programa de La Voz Dominicana “Macario y Felipa”.
En el caso de hacer a grosso modo una recapitulación de la vida de Duarte nos encontramos con esto: nació en santo Domingo en 1813 de padre español y madre nacida aquí pero hija de españoles, o sea, que todos sus abuelos eran peninsulares.  En sus primeros 16 años estuvo, como era de esperar a su edad, al margen de la política. A los 17 años sale del país a estudiar en el Seminario Conciliar de Barcelona, España regresando dos años después, es decir en el 1831, incorporándose como profesor de Latinidad, Filosofía  y Literatura en Regina.
Con apenas 25 años de edad funda “La Trinitaria” junto a otros jóvenes provenientes de la élite de la ciudad capital.  Se entrega a  una labor conspirativa-redacción, distribución de panfletos, y reuniones clandestinas,- en contra del gobierno haitiano ocupante de la parte este de la isla de Santo Domingo, debiendo por sus actividades revolucionarias abandonar el 2 de agosto de 1843 nuestro territorio dirigiéndose a Venezuela y luego a la isla de Curazao.
Estuvo por consecuencia ausente en la proclamación del grito de la independencia el 27 de febrero de 1844 retornando desde Curazao dos semanas después.  Forma parte de la Junta Central Gubernativa y el 9 de junio 1844 junto a los trinitarios que la  conformaban dan el primer golpe de estado registrado en nuestra vida republicana.  En julio es declarado en Santiago presidente de la República –lo cual aceptó- pero en ese mismo mes Pedro Santana dio un contragolpe desterrándolo del país el 22 agosto 1844.
Se encaminó primeramente hacia Alemania recalando después en el archipiélago antillano.  Estuvo de 1850 a 1862 en los llanos y selvas del Orinoco en Venezuela período sobre el cual nadie sabe nada.  En abril de 1864 vuelve al país en medio de las luchas por la restauración de la República abolida por la corona española, permaneciendo unas quince semanas enfermo y acompañando a Mella en su lecho de muerte, partiendo de nuevo en Julio hacia Venezuela no regresando jamás.  Murió en 1876.
Si hacemos un inventario frío y sumario de su activismo político a favor de la patria constatamos lo siguiente: de los 63 años de su vida un poco más de la mitad -34-  los pasó en el exterior.   Los primeros 16 años –infancia, adolescencia –mas los siete de docencia que precedieron, la formación de “La Trinitaria”, o sea, 23 en total no pueden ser computables a su participación política.  Solo restan los 5 que militó en la patriótica organización que propugnaba por la separación definitiva de la porción oriental de la isla.
Estas claras y contundentes demostraciones de su exigua colaboración en el tiempo a favor de nuestra patria me invitaban a pensar que a diferencia de Sánchez y Luperón –a Mella lo descartaba siempre – Duarte no era una opción válida para ser el padre de la patria o miembro principal de  nuestra pluralista paternidad patriótica.  Pero entonces qué sucedió cuarenta años después de  nuestra independencia para que siendo casi un desconocido por su ausentismo en la arena política se promoviera su figura?
Por qué a partir de 1884 “descubren” los dominicanos que Juan Pablo Duarte fue un héroe epónimo de la libertad y la independencia de este país?  Por qué él, un individuo aislado y la mayor parte del tiempo extrañado de la república y no en su lugar alguien más conocido y destacado en las guerras independentistas y restauradoras? Por qué los actores políticos más relevantes de esos años ochenta del siglo XIX coincidieron en rescatar del olvido a quién estuvo ausente en  la Puerta del Conde y en Capotillo?
En un principio había pensado con ingenuidad que talvez se había apoderado del ánimo de los dominicanos de esa época un desacostumbrado arrepentimiento por los inconvenientes o perjuicios causados por ellos mismos a Duarte – o por sus ascendientes -, y que como reparación moral a su presunto protagonismo en las luchas por la independencia lo más oportuno era en un primer momento traer sus restos de Caracas y sepultarlo junto a Sánchez  y Mella en la capilla de los inmortales en la catedral de Santo Domingo.
Sabía que el crítico santiaguero Pedro F. Bonó había dicho que el Tabaco ha sido, es y será el verdadero padre de la patria.  Que Pedro Henríquez Ureña había sentenciado que la verdadera independencia nacional se produce en 1874 cuando aquí se olvida el tema de la anexión a otro país.  También que Bolívar Batista del Villar afirmó que Duarte no podía ser el padre de la patria porque pertenecía a un segmento de la sociedad extraño a la realidad del pueblo dominicano y que sólo podía serlo póstumamente.
Estos y otros conocimientos no respondían o satisfacían las interrogantes antes citadas, teniendo entonces la  suerte de leer recientemente la obra “los espejos de Duarte” del padre jesuita Pablo Mella –cuya primera edición es de noviembre 2013 –cuyas páginas me han aportado las razones y las causas por las cuales cuarenta años después de la separación definitiva de Haití y a ochos años de su muerte, Duarte es reivindicado como el primero entre los padres de la patria.
En  honor a la verdad debo significar que los tres primeros capítulos del libro no son de fácil lectura puesto que el autor le expone al  lector la metodología de trabajo asumida para convencerlo de su correcto posicionamiento al analizar la documentación duartista revisada, pero a los interesados en tan apasionado tema les aconsejo no desesperarse  pues a partir del capítulo cuatro se comenzará a ver la luz al final del túnel.
El andamiaje heurístico marxista; los discursos epidícticos; el abordaje epistemológico; la construcción sintética  de significantes; la implicatura conversacional; la reificación identitaria de determinados actores históricos; la ciudad letrada masculina; el constructo conceptual; el circulo hermenéutico y otras insólitas nociones, si en verdad son herramientas esenciales del análisis crítico su lectura es de pesada digestión para el lector común y corriente.
Ahora bien sus notas al pie de página no tienen desperdicios por su misión informativa y de sustentación a sus planteamientos así como también los balances que figuran al término de los cuatro capítulos finales, sobrándole razones al prologuista de la obra el señor Raymundo González al señalar que “este libro podría parecer  un resabio iconoclasta sin embargo puede resultar un basamento  -una base- para efectuar otras lecturas e indagaciones más profundas”.
El autor sugiere que la redención de la figura de Duarte obedeció en buena parte a que el partido azul, que a principios de los años ochenta del siglo XIX estaba dominado por Ulises Heureaux, quería redefinir su liderazgo.  Por  un lado la imagen cesárea de Lilis era más cercana a la de Santana que a la de Duarte, apoyándose además con baecistas y viejos anexionistas.  Otro sector del partido que se reconocía como liberal había sido desplazado y trataba de relanzar  a Duarte como personaje político.
Para alcanzar esto último se imponía la realización de una activa campaña de rehabilitación para su entronización, tanto como ideólogo como padre de la patria.  Se utilizó para ello el florido verbo del arzobispo Meriño cuando llegaron los restos mortales del patricio; la redacción y difusión de  un documento por el abuelo de la patria José María Serra; una brillante exposición como la realizada por Emiliano Tejera en la colocación de una estatua de Duarte en el parque homónimo, y una enérgica justificación histórica como la aportada por José Gabriel García.  La colaboración de Federico Henríquez y Carvajal fue también significativa.
Al mismo tiempo que se producía este operativo, los miembros de la llamada “ciudad letrada masculina de la capital” –entiéndase la Intelligentsia- se disponía reforzar un proyecto criollo de nación liberal que siempre había fracasado y pensaron que el único individuo que en el pasado del país podía ser aceptado sin provocar roces con el presente que se vivía y mucho menos con el pasado por no haber sido un anexionista, baecista o partidario de las luchas fatricidas era Juan Pablo Duarte.
La élite de la ciudad de Santo Domingo al querer reforzar el ala liberal del partido azul se consagró como dice el autor, a reparar escatológicamente el desagradecimiento de la patria hacia quien supuestamente era su verdadero padre a sabiendas de que Duarte tenía escasa reputación en la arena pública, y por su gran ausentismo no tenía aceptación en el imaginario popular de la nación al ser un desconocido para el pueblo.
Heureaux, presidente del país durante el relanzamiento duartista y consciente de lo que se estaba cocinando, decía si mal no recuerdo a los propulsores tanto de ese activismo como a los defensores de Sánchez algo así: “tranquilos señores que se me van a caer los santos de los altares” ya que los debates suscitados entonces ponían a veces en entredicho a los personajes titulares involucrados en las acciones que tuvieron como epílogo la independencia de la parte este de la isla.
Al finalizar la lectura de este escrupuloso y singular libro de la bibliografía nacional, me ha quedado la sensación de saber que como  ocurre en todo endiosamiento el de Duarte fue resultado de  quienes deseaban sacar provecho de su póstuma consagración para ellos beneficiarse en esos momentos, sin importarles que en el pasado la mayoría de ellos y sus ascendientes se inclinaran reverentes ante Santana, la corona española, Báez y los caudillos de la montonera.
Este endiosamiento es muy típico entre nosotros los dominicanos recordando en estos instantes algo que se decía de mi bisabuelo Genaro Pérez cuando se desempeñaba como ministro de justicia de Lilis.  En atención a su probidad y rectitud quienes le conocían  aconsejaban que si en la inauguración de un juzgado, una oficialía civil o una prisión llegara a faltar el agua bendita, había que llamarle para que orinara y así despachar  este religioso trámite.
En vista de que uno siempre quiere más, en esta obra no encontré casi nada de  la estancia de Duarte en San Carlos de río Negro y en Apure en el Amazonas venezolano.  Conocía de que en estas soledades sobrevivía vendiendo pieles de cocodrilo, plumas de garzas blancas, ofreciendo clases de esgrima y con posteridad en Caracas vendiendo velas.  Cuánto me gustaría  saber lo que pensaba, hablaba, sentía, escribía o simplemente leía por espacio de más de 30 años el hombre que a juicio de sus alabarderos nacionales vivía obsesionado, desvelado y ocupado  reflexionando sobre el porvenir de la república.
No abrigo la más mínima intención de participar en ningún debate sobre este tema -sólo leo lo que puedo-  propio de historiadores  y sicólogos pero no de agrónomos,  aunque si debo resaltar que las confrontaciones y controversias que originará la circulación de esta obra entre los componentes de la ciudad letrada dominicana, resultarán sin dudas de gran utilidad para quienes aspiran a que la transparencia se posesione de  una vez por siempre de nuestro pasado histórico.
Fuente: http://acento.com.do/2014/opinion/8149520-el-juan-pablo-duarte-que-conocemos-es-una-manipulacion-literaria-cosmetica-y-politica/
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Tras las huellas de los restauradores

Lialdia.com / *Sergio Reyes II /  República Dominicana 

Queríamos renacer con la alborada de un brillante día, sentir el ardiente sol de Agosto quemándonos el rostro y aspirar las bocanadas de aire puro que nos regalaba la incontaminada naturaleza circundante.
Queríamos soñar con la historia, remontarnos a años idos y evocar los apremios e ímpetus que sirvieron de ariete para impulsar a aquellos hombres al combate frontal, sin vuelta atrás, en rescate de nuestra soberanía.
Quisimos, disfrutar el impactante espectáculo de la majestuosa bandera ondulando en los cielos de la Patria, recordando a todos, desde Capotillo, el trascendental ejemplo encaminado por aquellos prohombres que protagonizaron el acontecimiento más importante de la historia de la Republica Dominicana.
Por todo ello, junto a un puñado de entusiastas servidores de la Universidad Autónoma de Santo Domingo –UASD-, -unos activos y otros en condición de retiro-, junto a algunos distinguidos visitantes, partimos de la ciudad de Santo Domingo el pasado 16 de Agosto, dispuestos a desandar los gloriosos lugares recorridos por los abnegados paladines nacionales en el curso de la afanosa y decisiva Guerra de la Restauración Dominicana (1863 – 1865 ).
En las alturas de Santiago de los Caballeros, junto a las innumerables esculturas con que se honra a los grandes hombres de la Patria, los vistosos murales, las acertadas representaciones de pasajes de nuestra historia y la multifacética cultura regional, sentimos vibrar el fervor nacionalista y, porqué no decirlo, también pudimos evocar, viajando con las ondas del viento, el crepitante furor de las llamas y las voces agitadas de un alucinado Gaspar Polanco que asumió ante la historia las consecuencias de la acción determinante de incendiar la ciudad cibaeña, antes que dejarla esclava en manos españolas.
La Línea Noroeste, con sus múltiples destinos, sus pintorescos poblados y su cambiante paisaje nos permitió apreciar el coraje y el tesón de que hicieron galas aquellos hombres que, inspirados de fervor nacionalista,  con limitados recursos y contando apenas con el concurso de un territorio feraz e inexpugnable que conocían como las palmas de sus manos, lograron hacer morder el polvo de la derrota a las huestes invasoras de un ejército numeroso y bien apertrechado, como el que dirigía las operaciones bélicas del imperio anexionista español en ese entonces.
Y en una parada de la ruta, con la inconfundible silueta del Morro como fondo y la profunda sensación salitrosa de las aguas del Atlántico flotando en el ambiente, llegamos, uno a uno, cual peregrinos, a una significativa vivienda, humilde e imponente a la vez, en donde el Apóstol cubano José Marti y nuestro Generalísimo Máximo Gómez urdieron, redactaron y rubricaron con sus firmas, en 1895, el famoso Manifiesto de Monte Cristi, documento que habría de guiar el accionar en todo el curso final de la guerra de liberación de Cuba.
Las atinadas explicaciones y recreaciones históricas que recibimos en el solemne recinto de parte de la eficiente empleada que atiende a los visitantes de la Casa-Museo, así como la emoción que nos embargó a todos al escuchar las inspiradas palabras de Raiza Recassens Morillo, una experimentada profesional cubana en las áreas de la salud y la comunicación, que de manera entusiasta  nos acompañó como invitada en el transcurso de la excursión, pusieron sobre el tapete, una vez más, la vigencia del sentir antillanista expresado en las acciones unitarias encaminadas de manera magistral por Marti y Máximo Gómez, quienes a su vez, seguían los postulados y prédicas de Hostos, Betances, Maceo y Luperón.
Dajabón y sus agitadas calles, como muestra innegable de su irreversible camino hacia el progreso, de manos del comercio y su Feria fronteriza binacional, nos recibieron con los brazos abiertos, en una parada breve, pero provechosa, en la que pudimos apreciar, a vuelo de pájaro, la maratónica transformación que experimenta esta ciudad en la actualidad.
Retomamos la ruta, acicateados por el interés de llegar a tiempo a Loma de Cabrera, en donde la Comisión de Efemérides Patrias y las autoridades locales inauguraban un busto en homenaje a José Cabrera, uno de los próceres de la Restauración cuyas acciones heroicas y legendarias dieron nombre, además, a la población.
El anaranjado sol crepuscular, con sus prístinos destellos sobresaliendo a hurtadillas por encima y por detrás del Cerro Capotillo, nos dio la bienvenida, al llegar, al filo de la tardecita, a las instalaciones del Centro Especializado de Seguridad Fronteriza y Terrestre -CESFRONT-, entidad militar encargada de salvaguardar la soberanía y los intereses nacionales a lo largo de la frontera.
Confundidos en un abrazo solidario entre militares y civiles, los miembros de nuestra amplia delegación pudieron apreciar la profesionalidad, rectitud y apertura hacia la ciudadanía con que se manejan en el presente los miembros de nuestros estamentos castrenses.
Y para patentizarlo, personajes de la relevancia del General de Brigada Santo Domingo Guerrero Clase –Director de CESFRONT- y el Coronel Rómulo Polo Corea –Director de la Escuela de Capacitación-, entre otros altos oficiales,  nos recibieron, departieron fraternalmente con la delegación y dispusieron en nuestro beneficio todas las facilidades y servicios con que cuenta la institución a fin de que los participantes en la excursión histórico-ecológica pudiesen lograr los fines propuestos.
El clarín de la mañana del 17 de Agosto lo recibimos en las alturas del Cerro Capotillo, abrupto lugar al que ascendimos antes de clarear el sol, para emular a los patriotas que, hace 150 años y bajo la jefatura del Coronel Santiago Rodríguez, dieron inicio en este mismo lugar a la fulminante y heroica gesta de la Restauración.
No todos los excursionistas pudieron llegar hasta la cima, es cierto; algunos estuvieron impedidos de hacerlo por circunstancias atendibles e imperativos de salud. Sin embargo, con la ayuda de los videos y gráficas tomadas desde el altiplano, tanto los que subieron al cerro como los que no, podrán rememorar en el futuro y con pleno conocimiento de causa lo que sintieron los restauradores cuando tomaron posesión de aquella simbólica atalaya una madrugada de Agosto de 1863, plantaron su bandera, esperaron la salida del sol y henchidos de fervor patriótico proclamaron al mundo que la República estaba de pie, en lucha por su soberanía.
El interés de resaltar esos altos ideales, que inspiraron la entrega sin limites de aquellos prohombres que lucharon denodadamente por el rescate de la soberanía nacional, constituyó, en el fondo, el principal objetivo perseguido con la realización de la Excursión histórico- ecológica Tras las Huellas de los Restauradores; en atención a ello, a media mañana de ese día, la entidad cultural Ediciones de la Frontera llevó a cabo  un acto de puesta en circulación del libro Un Memorable Discurso y otros escritos sobre Capotillo, obra que recoge una serie de artículos del suscrito, elaborados con la finalidad de resaltar la importancia de la epopeya de la Restauración y diferentes aspectos de tipo socio-económico, ecológico y cultural alusivos al Distrito Municipal de Capotillo, lugar en donde tuvo sus inicios la contienda liberadora.
La actividad contó con la presencia del Director de la Escuela de Capacitación de Seguridad Fronteriza, Cor. Rómulo Polo, -quien encabezó la Mesa Directiva-,  el Subdirector de la misma, Mayor Dante Ovalle Lugo, asi como la asistencia de un grueso numero de miembros de la uniformada, estudiantes y miembros de la comunidad, además de los integrantes de la excursión.
El acto incluyó la entrega del Premio al Mérito Estudiantil, destinado a estimular el conocimiento de la historia y los aspectos relevantes de nuestro país entre el estudiantado de nivel secundario de Capotillo y Loma de Cabrera.
Esta premiación fue realizada a iniciativas de EDIFRON, en coordinación con el profesorado del área de Ciencias Sociales en los liceos secundarios de las comunidades mencionadas.
Los estudiantes galardonados -10 en total- recibieron  como premio diversas publicaciones de alto valor académico, entre las que resaltan: Notas autobiográficas y apuntes históricos de Gregorio Luperón (Génesis Arlin Espinal/Liceo José Cabrera), Historia del Pueblo Dominicano, de Franklin Franco (Samely Ferreira Leclerc/Liceo Capotillo) y Diccionario Pequeño Larousse 2013/Nivel Secundaria (Yesenia Mosquea Abad/Colegio Evangélico Simón Bolívar); los demás preseleccionados recibieron un ejemplar de la obra puesta en circulación, al igual que los ganadores de las tres premiaciones señaladas.
Vale destacar que el aporte pecuniario que permitió costear esta premiación se debe a la generosidad de personas como Guarionex Genao (Síndico de Loma de Cabrera), Ysabel Tejada Reyes (Abogada y dirigente comunitaria, oriunda de Capotillo, residente en Nueva York),  Esteban Báez (Empresario y activista cultural residente también en la urbe de los rascacielos), Severina Gil (Diputada Provincia Dajabón) y  Eduard De la Rosa (Residente en Capotillo).
Esta auspiciante y justiciera siembra del saber en terrenos de la frontera dominicana vino a ser reforzada con la entrega de un considerable número de publicaciones destinadas a la Biblioteca del Liceo Capotillo. Dichas obras fueron donadas por la Editora Universitaria -UASD- y la librería La Trinitaria, de la ciudad capital.
La entrega formal de los libros fue llevada a cabo por la lic. Lourdes Herrera, en representación de la Asociación de Pensionados y Jubilados de la UASD y Leonarda de la Cruz, en representación de EDIFRON y a su vez, fueron recibidos por el profesor Ignacio Ferreiras, en representación del Director del plantel. Hacemos constar por esta vía el valioso aporte desplegado por las profesoras Fiordaliza Leclerc y Jokaira Rodríguez Torres, tanto en la organización de la premiación a los estudiantes como en la canalización del donativo de libros para la biblioteca de la comunidad.
El ritmo y la cadencia de nuestros aires autóctonos pusieron el sello final al acto cultural, con la presentación de un grupo folklórico integrado por jóvenes promesas de la comunidad.
La agenda del sábado en la tarde incluyó la realización de una visita al municipio y poblado de Restauración, al sur de la provincia, en un hermoso recorrido entre montañas y sierras pobladas de erectos pinos que encierran deslumbrantes paisajes. Las calles de la población, su pintoresco monumento, su bien acondicionado parquecito, su singular parroquia católica y sus coquetas viviendas que destilan sabor provinciano por doquier, terminaron por hechizar a los visitantes, envolviéndolos en el encanto de este tesoro natural incontaminado que, contra viento y marea, debemos preservar.
Otros puntos de interés como las casas de Antonio de la Maza (uno de los ajusticiadores del dictador Trujillo, quien tenia negocios madereros y residió largo tiempo en estos lares), el Calvario de veneración católica -recientemente remodelado y embellecido- y el balneario del Río Gurabo, ubicado a la entrada de la población, se constituyeron en sitios de importancia capital en la agenda del recorrido, completando el conjunto de atracciones representativas de la población de Restauración y que fueron presentadas en conjunto a los participantes de la excursión a fin de que pudiesen ser perpetuados en la memoria y a través de los dispositivos tecnológicos, para su mejor evocación futura.
Un paseo campestre –con maroteo de frutas incluido- seguido del deguste de un pimentoso sancocho liniero, elaborado con los sazones, esencias y especias que constituyen las delicias del arte culinario local constituyeron el preámbulo de la inevitable despedida de las acogedoras y hospitalarias instalaciones del CESFRONT, sus autoridades locales y sus miembros, para proceder, entonces, con los preparativos de la partida de la delegación uasdiana, de vuelta a la ciudad Capital, a primeras horas de la tarde del domingo 18.
Un intenso chaparrón acompañó el deslizamiento del autobús de la cuatricentenaria Casa de Altos Estudios, en su avance por tierras de Santiago de la Cruz, Partido y El Pino, comunidades todas de la demarcación provincial de Dajabón. Con la mejoría del clima y mejor visibilidad en la carretera atravesamos por Villa Los Almácigos, El Guanal, Sabaneta (la villa heroica fundada por Santiago Rodríguez y que, a su vez, sirvió de escenario a varios focos insurgentes y enfrentamientos bélicos decisivos en el curso de la contienda), Cruce de Monción, Mao y Esperanza, hasta empalmar de nuevo, en el Cruce de Esperanza, con la Autopista Duarte para acometer el trayecto final en dirección a Santo Domingo.
Con el logro de la mayor parte de los objetivos propuestos y la satisfacción de haber servido de guía y orientador en asuntos de la Línea Noroeste a un conglomerado de personas de visita en la región –algunas por primera vez-, concluimos esta crónica, por el momento.
Otros viajes de tipo cultural o personal habrán de sobrevenir a esta excursión. Los objetivos pendientes han de ser completados en conjunto o de manera individual, en el futuro. Por el momento, permitamos a los sentidos descansar de este extenso y aleccionador recorrido de 3 días y 2 noches en que anduvimos, como trotamundos, persiguiendo a la historia por nuestros campos de gloria de la línea Noroeste.
Que viva la Patria!!; Loor eterno a nuestros libertadores!!
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