Por un país libre

Por un país libre
La Libertad cuesta muy cara, y es necesario, o resignarse a vivir sin ella, o decidirse a pagarla por su precio - José Martí.

sábado, 11 de junio de 2016

Duarte y Luperón







Verdaderos fundadores de la nacionalidad dominicana

Héctor Amarante


Hombres jóvenes y viejos que se iban a la revolución como quienes van a presenciar un desfile dominicano en la Quinta Avenida de Nueva York reconfirmaron la independencia nacional en las guerras de guerrillas de La Restauración, conjunto de luchas intestinas extendida durante dos años, entre 1863 y 1865.
La república habia sido anexada a España, por Pedro Santana, en fecha 19 de marzo de 1861. En 1863 se desataron las guerras de guerrillas de los patriotas, y un 3 de mayo de 1865 se abrogó la República Dominicana su independencia definitiva. Desde las sangrientas batallas de Santomé y Las Carreras, contra los haitianos, a las de Capotillo y Sabana del Vigia, contra los españoles, se fue forjando la independencia, por héroes, como Santana y Pepillo Salcedo, quienes primero lucharon contra los haitianos, para después traicionar sus principios y su dignidad vendiéndosela a causas antidominicanas; y por héroes como Gregorio Luperón y Eusebio Manzueta, quienes nunca perdieron ni bravura, ni dignidad, ni sentido de libertad.
El gran espíritu y nunca tan bien ponderado héroe de ese capítulo histórico llamado la Guerra de la Restauración, fue Gregorio Luperón, cuya grandeza en función de su sentimiento patrio le ha permitido alcanzar la altura de Juan Pablo Duarte. Sin embargo, tanto Luperón como Duarte, debieron padecer –y hasta morir el segundo- en el destierro. En eso se parecieron a San Martín y Simón Bolívar.
Gregorio Luperón fue el Juan Pablo Duarte de la Restauración de la República, una vez que esta cayó en manos de España mediante la anexión de llevada a cabo por Pedro Santana y por Buenaventura Báez, dos personeros históricos que pretendieron dirigir gobiernos republicanos instaurando dictaduras de hechos; ambos verdaderos príncipes del entreguismo a imperios foráneos de la naciente nación.
Pedro Santana y Buenaventura Báez, a base de violencia salpicada de crímenes, robos, traiciones, intrigas y calumnias, nunca creyeron en la viabilidad de la república, y constantemente, mientras ejercían sus maratones de presidencias nefastas y corruptas, protagonizaron sus respectivas batallas por ver cuál de los dos era más indigno y antidominicano en su afán por entregar a alguien la soberanía nacional.
Contra ellos, y contra algunos dominicanos faltos de fe, Gregorio Luperón, como Pedro Antonio Pimentel, Benito Monción, los hermanos Gaspar y Antonio Polanco, y centenares de nombres más crearon conciencia basada en el pensamiento, en la estrategia y en la batalla tantas veces libradas estas últimas en gran parte del territorio nacional contra las huestes españolas.
La grandeza de Luperón, como soldado, como político, como hombre de dignidad indoblegable, se puede decir - sin exagerar - que alcanza a la de José Martí, y a la de Juan Pablo Duarte, si se piensa que nunca quiso ejercer ningún derecho que no fuera el de vigilar como soldado armado y con el pensamiento por el derecho a la independencia de la República Dominicana. Fue autodidacta, pero se creció en una batalla campal contra las circunstancias y contra el medio, hasta hacerse hombre de letras, hasta hacerse su propio nombre, y hasta procurarse, al fin, de sus días terrenales, su propia muerte.
Libró batallas, escaramuzas, pleitos a machetes y a pistolezos, a espadas limpias, a cañonazos, y siempre salió ileso, con excepción de dos ocasiones en que fue herido. Supo hacerse respetar cuando en una ocasión quisieron hacerlo preso, indignamente, en su residencia sempiterna de Puerto Plata, y desde su bastión hogareño se batió a tiros contra los soldados que fueron a aprenherlo, haciéndolo retirar él solo. Luperón nunca cejó en apartar el escarnio de la anexión, y libró escaramuzas, batallas, tanto en el Este de la nación, como en el Sur, pero sobre todo, en el Cibao, su bastión nacional.
La República se vio libre del despropósito de la anexión sobre el olor a pólvora de los cantones de soldados restauradores, hambrientos, desarrapados, tiznados, descalzos, a veces, pero lleno de dignidad dominicanista, quienes en ningún momento pensaron en intereses personales, sino en hacer libre a la república creada por Duarte. Duarte y Luperón son los verdaderos fundadores de la nacionalidad dominicana. Capotillo es el sello de oro de La Restauración, desde donde Luperón salio héroe
Luperón estuvo en Nueva York, hacia el año de 1884, en viaje de carácter político, y en viaje de salud, pues al llegar a la adultez empezó a padecer de una afonía en la voz, como consecuente de un carcinoma maligno en la garganta, que definitivamente le quiso quitar la vida, pero el no lo permitió, resistiendo todo menos el dolor y la absurdidad de imaginarse delirando y hablando insensateces


Publicadas por Héctor Amarante 


Nota: Hector Amarante ya no esta con nosotros pero le recordamos como un excelente duartiano, hombre de letra y de carrera académica admirable. Fue miembro sobresaliente del Instituto Duartiano de los Estados Unidos, Inc. donde fue querido por todos por su sencillez y gran sentido de la amistad.
Eramis Cruz
Sec. General del Instituto Duartiano de los Estados Unidos.



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